Desde el año 2000, basados en los impactos de los agrotóxicos en la producción de alimentos, especialmente cebolla, en alianza con las comunidades campesinas del Cerro del Padre Amaya CORANTIOQUIA, empieza un proceso de acompañamiento en la reconversión Agroecológica de algunas granjas. Los problemas diagnosticados cuentan las relatorias, "giran alrededor del inadecuado manejo de agroquímicos, la inapropiada utilización de insumos, de materias primas, de los recursos naturales como el suelo y de las herramientas utilizadas, así como por la distribución y ubicación de los espacios productivos" (Sandra Agudelo, 2003). Veamos parte del proceso:
A 3.100 mts sobre el nivel del mar, el cerro del Padre Amaya, se encuentra ubicado al Noroccidente de Medellín formando parte de la cordillera central de Colombia, separando los valles de Aburrá y Cauca. Con el monocultivo de cebolla, se asocian situaciones problemáticas dada la conexión entre el uso de los plaguicidas y el impacto final en los alimentos.
El proceso de reconversión que se propuso, se dirige a sostener un enfoque educativo y práctico que deje ver el impacto de los plaguicidas en los seres humanos y las alternativas que proporciona la Agroecología para la sustitución de plaguicidas por alternativas naturales de control de insectos, hongos y plantas mal denominadas como “malezas”. Cuentan las relatorías del trabajo realizado, que el proceso educativo, “busca que el agricultor sea consciente de que los plaguicidas no son solamente dañinos para su salud y la de su familia, sino también para todos los ecosistemas, contaminando de forma irreversible el agua, suelo, aire, fauna y flora benéficas y afectando por último la salud de todos los consumidores por la gran cantidad de sustancias químicas que se acumulan en los alimentos que se producen” (Sandra Agudelo, 2003)
A 3.100 mts sobre el nivel del mar, el cerro del Padre Amaya, se encuentra ubicado al Noroccidente de Medellín formando parte de la cordillera central de Colombia, separando los valles de Aburrá y Cauca. Con el monocultivo de cebolla, se asocian situaciones problemáticas dada la conexión entre el uso de los plaguicidas y el impacto final en los alimentos.
El proceso de reconversión que se propuso, se dirige a sostener un enfoque educativo y práctico que deje ver el impacto de los plaguicidas en los seres humanos y las alternativas que proporciona la Agroecología para la sustitución de plaguicidas por alternativas naturales de control de insectos, hongos y plantas mal denominadas como “malezas”. Cuentan las relatorías del trabajo realizado, que el proceso educativo, “busca que el agricultor sea consciente de que los plaguicidas no son solamente dañinos para su salud y la de su familia, sino también para todos los ecosistemas, contaminando de forma irreversible el agua, suelo, aire, fauna y flora benéficas y afectando por último la salud de todos los consumidores por la gran cantidad de sustancias químicas que se acumulan en los alimentos que se producen” (Sandra Agudelo, 2003)
Reconocer que en la producción de alimentos es posible asociar el conocimiento de la naturaleza para no usar plaguicidas, utilizando por ejemplo las plantas aromáticas como forma de repeler insectos, o entender que es posible hacer control biológico de los mismos, buscando no entorpecer a sus depredadores naturales, confluye en este proceso. Así mismo asumir que las plantas que crecen al lado de los alimentos no son malezas que hay que eliminar, sino alimento para los insectos que conviven al lado de nuestros cultivos, permite encontrar alternativas ecológicamente viables para construir formas distintas del uso del suelo. Colombia presenta graves problemas en de concentración de la propiedad rural y de sus formas de utilizacion, situación que limita al campesinado y en conexión a quienes dependemos de la producción del agricultor. Ver Darío Fajardo, "Para sembrar la paz hay que aflojar la Tierra"(http://books.google.com.co/books?id=KijPTzZpyfAC&pg=PA161&dq=para+sembrar+la+paz#v=onepage&q=&f=false)
Dentro de los resultados visibles se rescata que el creer en “otra” forma de producir convocó a 12 pequeñas granjas a sumarse al proceso de reconversión agroecológica. Hoy algunos campesinos desistieron. Cabe señalar que avanzar en el proyecto es un camino que plantea muchas preguntas, exige esfuerzo y voluntad y se enfrenta situaciones como el tiempo de reconversión de las fincas, la búsqueda de los canales de distribución y la asimilación del proceso educativo. La voluntad de apostarle a la posibilidad de confluir en la construcción de alternativas para el agro colombiano ha mantenido este proyecto por cerca de 9 años. Las preguntas siguen apareciendo y el proceso de autoevaluación se hace necesario constantemente.